Fuente | galleryone.ca
Según la ong International Crisis Group, hay dieciséis conflictos en gestación que habrá que vigilar en los próximos meses. Llegaron tarde a la revolución tunecina, pero no hay que perder detalle de la nefasta predicción que publica Foreign Policy:
"En la actualidad hay en todo el mundo casi tres docenas de conflictos rugientes, desde los valles de Afganistán hasta las junglas de República Democrática del Congo, pasando por las calles de Cachemira. ¿Pero cuáles son las crisis que pueden estallar en 2011? He aquí varios lugares preocupantes que componen esta lista.
Costa de Marfil: Este país se encuentra al borde de lo que puede ser un terrible 2011. Tras un retraso de cinco años, Costa de Marfil celebró elecciones presidenciales el 31 de octubre. La primera ronda, pacífica, recibió los elogios de la comunidad internacional, pero la segunda, entre el presidente actual, Laurent Gbagbo, y el ex primer ministro Alassane Ouattara, se vio enturbiada por choques y acusaciones de fraude por ambas partes.
Colombia: A primera vista, las perspectivas del país latinoamericano para 2011 parecen muy buenas. El nuevo presidente, Juan Manuel Santos, ha sorprendido a muchos de quienes le criticaban con sus audaces propuestas de reforma, muchas de ellas dirigidas a abordar las raíces del conflicto civil con los rebeldes de izquierda desde hace 46 años. Ha reparado las relaciones con los vecinos Venezuela y Ecuador, se ha comprometido a proteger a los defensores de los derechos humanos y ha propuesto leyes para ayudar a reasentar a los cuatro millones de desplazados del país. Sin embargo, no todo es bueno. A pesar de una serie de pérdidas estratégicas en los últimos años -en territorio y en líderes destacados-, las guerrillas izquierdistas, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), siguen teniendo unos 8.000 miembros armados y aproximadamente el doble de partidarios.
Zimbabue: Conviene no perderlo de vista en 2011, para ver cómo el gobierno de unidad del país -que agrupa al presidente Robert Mugabe y al líder de la oposición, el primer ministro Morgan Tsvangirai, merece su nombre conciliador cada día menos. ¿Cuál será el momento más delicado? Las elecciones. Ambos desean celebrarlas, pero no están de acuerdo en qué debe someterse a la decisión de los ciudadanos.
Irak: Está hoy mucho mejor que en 2007, cuando cada día morían casi dos docenas de iraquíes por atentados suicidas. Sin embargo, no tiene todavía un horizonte despejado. Y hoy no son los activistas sino los políticos quienes representan la peor amenaza. El nuevo Ejecutivo, formado en diciembre tras nueve meses de negociaciones, es débil y carece de las instituciones necesarias para gobernar con eficacia. La burocracia iraquí está recién nacida y es frágil, y sus Fuerzas de Seguridad dependen todavía demasiado de la formación, la logística y los servicios de inteligencia estadounidenses. Mientras tanto, abundan las quejas de grupos minoritarios y refugiados repatriados, y no parece que el Estado vaya a ser capaz de responder a todas esas demandas políticas. La violencia sectaria asoma de vez en cuando con nuevos brotes, y no está ni mucho menos aplacada por completo; en noviembre murieron aproximadamente 300 iraquíes en actos violentos.
Venezuela: Durante los próximos 12 meses, habrá que observar al presidente venezolano, Hugo Chávez, mientras lleva hasta el extremo su variante de socialismo del siglo XXI. Después de haber perdido la mayoría en al Parlamento en septiembre, Chávez ha estado trabajando para asegurarse de que la nueva legislatura dominada por la oposición sea irrelevante. El presidente ha consolidado su control del Ejército y la policía, ha nacionalizado más empresas privadas y ha conseguido que la Asamblea Nacional saliente, progubernamental, le concediera poderes provisionales para “gobernar por decreto”.
Sudán: En 2005 terminaron dos decenios de guerra con la firma del Acuerdo Integral de Paz (AIP). Pero ahora que este inicia sus últimas fases, esa delicada paz corre peligro. Aunque la prioridad internacional ha sido garantizar la celebración del referéndum, la estabilidad a largo plazo de la región necesita que el norte y el sur de Sudán sean capaces de mantener una relación positiva.
México: Hace cuatro años que el presidente mexicano, Felipe Calderón, declaró la guerra contra los narcotraficantes del país. En ese periodo, 30.000 personas han sido víctimas del conflicto, muchas de ellas en la frontera con Estados Unidos, en gran parte como consecuencia de las luchas internas entre bandas rivales para controlar los pasillos de la droga. Hoy, Ciudad Juárez, una urbe fronteriza próxima a Texas, compite con Caracas por el título de ciudad con más muertes del mundo. En los últimos 12 meses, la violencia se ha extendido a centros culturales y económicos del país que antes se consideraban inmunes a la penetración de la droga. Por el norte, las rutas del crimen organizado mexicano llegan ya a casi todas las áreas metropolitanas de Estados Unidos. En resumen, pese al paquete de ayuda de 400 millones de dólares (unos 300 millones de euros) anuales de EE UU y los grandes aumentos de los fondos para el Ejército, no está nada claro que el gobierno de México esté ganando -o pueda ganar- esta batalla.
Guatemala: La guerra de México contra la droga está teniendo repercusiones en toda Latinoamérica. Ante las presiones del Gobierno mexicano, los cárteles más terribles están buscando territorios más cómodos y encontrándolos en Guatemala, donde el Estado es débil y las instituciones frágiles. Si las cosas se ponen verdaderamente mal en 2011, este país podría acabar acogiendo una guerra perpetua de desgaste entre diversos cárteles, que rivalizan por el control de las rutas de la droga -y, cada vez más, los del tráfico de seres humanos- hacia Estados Unidos.
Haití: La naturaleza fue cruel con la isla en 2010, pero este año puede ser la política la que maltrate a Haití. El país más pobre del hemisferio occidental comenzó el año con un devastador terremoto en enero que mató a más de 300.000 personas y continuó con una epidemia letal de cólera y un proceso de reconstrucción lento y difícil que sigue muy retrasado y lleno de obstáculos. Las elecciones presidenciales del 28 de noviembre, que deberían haber desembocado en la formación de un nuevo gobierno legítimo, están paralizadas por las acusaciones de fraude. No se decidirá quién es el vencedor hasta que se celebre una segunda ronda en enero, pero ya han estallado protestas sobre lo que algunos consideran la injusta exclusión de varios candidatos.
Tayikistán: Una tierra de extraordinaria belleza, una pobreza terrible y unos líderes codiciosos, Tayikistán puede muy bien convertirse en un territorio perfecto para las guerrillas -procedentes de Asia Central y otros grupos musulmanes de Estados de la antigua Unión Soviética- que llevan años luchando junto a los talibanes y ahora quizá estén pensando en volver a su país para ajustar las cuentas a los brutales y corruptos dirigentes de la región.
Pakistán: Cuesta recordar un periodo en el que Pakistán no pareciera estar al borde del abismo. Este año no va a ser ninguna excepción. El país afronta una crisis humana en su parte central, donde las inundaciones han desplazado a 10 millones de personas, la amenaza contra la seguridad que representan los grupos terroristas que actúan en suelo paquistaní, y la inestabilidad política de un gobierno débil que todavía trata de ejercer el control civil sobre un Ejército todopoderoso.
Somalia: Si sigue yendo hacia abajo en 2011, todo el país puede acabar en manos de los insurgentes islamistas. Hasta ahora, el gobierno de transición, respaldado por la ONU, ha resistido los ataques de los rebeldes sólo gracias a la protección de la fuerza de paz de la Unión Africana; es un gobierno débil y dividido, nacional sólo en teoría. Además, la capital, Mogadiscio, sufre un asedio continuo de los combatientes, una realidad que ha hecho que millones de personas hayan huido de sus casas sólo en este año. Cuando el Gobierno obtiene victorias sobre los rebeldes, se cuentan en calles y manzanas, que tienen que capturar una a una.
Líbano: Si se tiene en cuenta que todavía sufre las consecuencias de una guerra con Israel en 2006 que dejó como legado un precario equilibrio de poder entre los cristianos y los fundamentalistas islámicos, se puede decir que el país de los cedros está hoy más al borde del desastre que nunca. En los próximos meses, se espera que un tribunal internacional formule cargos contra varios miembros de Hezbolá por el asesinato del ex primer ministro libanés Rafik Hariri, una medida que puede desatar luchas sectarias en todo el país. Sobre todo, los procesamientos podrían acabar con el frágil acuerdo de reparto de poder conseguido en Doha en 2008. De ser así, Líbano podría sufrir la vuelta a los asesinatos políticos, la guerra abierta entre distintos grupos o nuevos intentos del Partido de Dios de reafirmar su poder político y militar.
Nigeria: El 2010 fue uno de los más difíciles para este país africano: el presidente de Nigeria desapareció por motivos médicos -y luego falleció-, cientos de personas murieron por la violencia sectaria entre musulmanes y cristianos en la región central del país, y la amnistía rebelde en la región petrolífera del Delta del Níger se rompió, produciéndose una serie de atentados y secuestros. Y no parece que 2011 vaya a ser mejor para el país más poblado de África. Está previsto que se celebren elecciones presidenciales en primavera; las últimas, en 2007, dejaron asombrados a los observadores internacionales que vieron las flagrantes intimidaciones y manipulaciones de urnas.
Guinea: Comienza 2011 con ciertas esperanzas. En diciembre, este país de África occidental presenció la toma de posesión del primer presidente electo de su historia, Alpha Condé. Tras décadas de gobiernos autocráticos, seguidas de un golpe en 2009, este nuevo sistema es verdaderamente un milagro.
R. D. del Congo: Años después del final oficial de la segunda guerra del Congo, que se prolongó de 1998 a 2003 y fue responsable de hasta 4,5 millones de muertes, franjas enteras del inmenso país centroafricano continúan en armas. En las provincias orientales de Kivu, un Ejército nacional sin disciplina combate a los grupos rebeldes por el control del territorio. En medio del torbellino de violencia y violaciones que dejan a su paso, la mayor fuerza de paz que ha desplegado la ONU en el mundo se ve impotente para proteger incluso a los que más cerca viven de sus bases. Lo que acecha detrás del conflicto es la vasta riqueza natural del Congo, que es el ejemplo perfecto de la llamada maldición de los recursos. El Gobierno, los guerrilleros, las empresas privadas y los ciudadanos buscan la forma de beneficiarse del oro, el cobalto, el cobre, el coltán y todos los demás minerales existentes bajo el suelo del país, sobre todo en el este y el sur, mientras que el Ejecutivo central tiene su sede a 1.500 kilómetros al oeste y está separado de las provincias orientales por una jungla impenetrable y una lengua y una etnia distintas. Los grupos rebeldes siguen recorriendo las regiones fronterizas orientales y ejerciendo su autoridad de manera impune y cruel. Ni el Gobierno ni los grupos rebeldes tienen la fuerza suficiente para vencer, pero ambos tienen los recursos necesarios para luchar indefinidamente".
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