Portada de El liberalismo es de izquierda
Fuente | Il Sole
Los profesores Alberto Alesina (Harvard) y Francesco Giavazzi (Bocconi) son dos provocadores economistas que defienden que el secreto de la salvación de la economía europea se encuentra en las profundidades del liberalismo y que, solo si los mandamases del viejo continente son capaces de bucear hasta allí y desprenderse de sus corsés ideológicos, podrán hacer frente al poder de las potencias emergentes y al dominio norteamericano. En este artículo, publicado en Replicante, explican por qué la izquierda debería abrazar el liberalismo:
"La flexibilidad del mercado laboral, la desregularización en la industria de los servicios, las reformas al sistema de pensiones y mayor competencia para el financiamiento a las universidades podrían dañar los intereses de quienes se benefician de relaciones privilegiadas o afiliaciones gremiales, pero podrían abrir oportunidades para los jóvenes y grupos en desventaja. Una verdadera agenda de izquierdas debiera abrazar esas reformas.
Europa está en medio de una acalorada discusión acerca de las ventajas y desventajas de las reformas de mercado y, por ende, de mayor liberalismo económico. Es conocido todo lo que contiene el paquete: competencia, marcos laborales flexibles, liberalización de los servicios, disminución de impuestos y privatizaciones.
El debate suele suceder de la siguiente manera. Estas reformas son políticas 'de derecha'. Pueden quizá incrementar la eficiencia -quizás incluso cierto crecimiento económico- pero también tienden a incrementar la inequidad e inciden en el detrimento de los más pobres. Por lo tanto -es aquí donde aparece el argumento 'socialmente compasivo'-, hay que tener mucho cuidado al enfocarse en esa dirección. Los gobiernos deben ser en extremo cautos y estar listos para dar marcha atrás en sus planes en cualquier lugar. ¡Cuidado!
Pero mucho de este razonamiento, fundamentalmente, es erróneo. Flexibilidad en el mercado laboral, desregulación de la industria de servicios, reformas al sistema de pensiones y demás no son contrarias a la equidad. Tales reformas desplazan al financiamiento de los contribuyentes hacia los usuarios mismos, y de esa manera eliminan rentas. Tienden a incrementar la productividad con base en recompensar el mérito en vez de la pertenencia a un grupo con privilegios. Tienden también a brindar oportunidades a jóvenes sin experiencia, que carecen de las relaciones o recomendaciones para ser contratados. El perseguir reformas pro-mercado no implica que se tenga que enfrentar una disyuntiva entre eficiencia o justicia social. En este sentido, las reformas a favor del mercado son de izquierda, si es que eso significa reducir los privilegios económicos de los que disfrutan ciertas camarillas.
Para profundizar en algunas de estas ideas publicamos hace un año nuestro libro Il liberismo é di siniestra [El liberalismo es de izquierda]. Este libro fue escrito con Italia en mente, pero muchos de los comentarios se aplican de la misma manera a otros países con reformas rezagadas, sobre todo Francia, uno de los más conspicuos enemigos de esas reformas. Nuestro punto es que las metas que tradicionalmente sostiene la izquierda europea -como la protección a los económicamente débiles y su aversión a la inequidad excesiva y beneficios inmerecidos- debieran llevar a las izquierdas a adoptar políticas a favor del mercado. Lo que había sido la norma desde los sesenta hasta fechas recientes, sobrerregulación de mercados, preservar el status quo, un enorme sector público que no favorece a los más pobres sino a quienes mantienen relaciones de poder y que requiere de una elevada y distorsionada recaudación en la hacienda pública, universidades que regularmente producen mediocridad en nombre del igualitarismo (mientras que los más ricos de todos modos consiguen buena educación), de modo que al final decrece la eficiencia y la justicia al mismo tiempo.
Un buen ejemplo puede encontrarse en el mercado laboral. En Italia, España y Francia, donde el mercado está dividido, los jóvenes hallan empleos con contratos temporales que no ofrecen ni seguridad social ni perspectivas para continuar en ellos. Al expirar el contrato el empleador opta por no renovarlo a fin de no correr el riesgo de convertir a los temporales en empleados permanentes, quienes de facto adquieren el derecho a nunca ser despedidos. Una reforma que elimine esta dualidad al hacer flexible el mercado laboral en su totalidad, con un esquema apropiado de compensación, no sólo reduciría el desempleo, sino, más importante aún, podría favorecer a los realmente pobres y a los jóvenes con su primer trabajo. Esto es un ejemplo de una política pro-mercado que favorece a los pobres.
O pensemos en el gasto público y consideremos nuevamente el caso italiano. El gobierno ahí hace muy poco por proteger a las familias del riesgo de caer debajo de la línea de pobreza. ¿Por qué? Debido a que Italia gasta mucho en pensiones y muy poco en otros programas de bienestar. Adivine quiénes están en contra de reducir el costo de financiar las pensiones al aumentar la edad de retiro: ¡Los sindicatos, apoyados por la izquierda! Al adoptar esta postura, los sindicatos no ayudan a los pobres, tan sólo a sus miembros, que por lo general son viejos trabajadores y otros jubilados. Durante el verano, la amenaza de una huelga general -en la cual sólo los viejos, sindicalizados y otros trabajadores protegidos hubiesen detenido sus labores (no así los jóvenes con contratos temporales y sin seguridad social)- fue suficiente para convencer al gobierno de izquierda para disminuir la edad de retiro de sesenta a 58 años. Esto creará una carga aún mayor para la juventud actual. ¿Cómo puede alguien sostener que estos sindicatos y sus aliados políticos de izquierda, aún representan a los pobres y jóvenes?
Si no se sacrifica justicia social por eficiencia en la Europa actual, ¿por qué entonces las reformas parecen tan lentas, o simplemente no llegan, en naciones como Italia y Francia?
¿A qué se debe que el votante europeo típicamente 'compasivo' duda acerca del componente de ayuda hacia los pobres dentro de las reformas de mercado? La respuesta es la común en políticas económicas: los grupos fácticos beneficiarios del status quo imperante 'bloquean' esas reformas, a pesar de que los mecanismos varían de país en país. Estos grupos no pueden simplemente negarse a las reformas tan sólo porque dañan sus intereses. Necesitan la retórica de la defensa del débil y el pobre.
[...] Los reformistas en Europa debieran negarse a ser arrinconados por sus adversarios en la ecuación 'más mercado igual a más injusticia'. Es lo opuesto. Aceptar esta ecuación, y tratar de disculparse por ella, ciertamente no es la forma de ganar esta batalla. Si la izquierda europea desea poder decir honestamente que pelea por los miembros más necesitados de nuestra sociedad, debe adoptar como grito de batalla la búsqueda de la competición, reformas y un sistema basado en la meritocracia".
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