Portada del libro
Fuente | Anagrama
Aparece en las librerías -hoy- una nueva novela póstuma -la tercera y penúltima, parece- de Bolaño y el quiosco -desde hace días- se deshace una vez más en panegíricos hacia el (tristemente) difunto escritor chileno. Siete años y medio después de su desaparición, los papeles perdidos en Blanes -su lugar de residencia- continúan dando sus frutos para engordar la gloria literaria del narrador en lengua española más venerado en el universo cultural anglosajón. Tras la monumental y definitiva 2666 y la aparcada durante años El Tercer Reich, llega Los sinsabores del verdadero policía, una obra en la que, según su prologuista, Juan Antonio Masoliver Ródenas, "volvemos a encontrar a este Bolaño que se nos ha hecho tan familiar como imprescindible". Edita, como siempre, Anagrama.
Ignacio Echevarría, amigo (de) y especialista en la obra del escritor chileno, advierte en El Cultural: "Vayan por delante dos afirmaciones categóricas: Una: entre las páginas de Los sinsabores del verdadero policía se cuentan algunas de las mejores de Roberto Bolaño, que las escribe desde la altura alcanzada a partir de Estrella distante, con una libertad y una osadía a ratos apabullantes. Dos: no cabe arrojar sospechas sobre la legitimidad y el correcto proceder de Carolina López, viuda de Bolaño y administradora de su legado, ni de sus agentes y asesores, que vienen mostrando, hasta el momento, un escrupuloso respeto hacia la integridad de los textos del autor.
Dicho esto, conviene salir al paso de algunas presunciones que se deslizan en los textos que envuelven esta última entrega de Bolaño (entre ellos, la 'Nota editorial' firmada por Carolina López), empezando por la de que se trata de una novela. No es así. Los sinsabores del verdadero policía no es -como se repite insistentemente- una novela, no al menos en el sentido cabal, por extenso que sea, que se suele conceder a este término. Ni siquiera es, como se sugiere, una novela inconclusa. No. Ni falta que hace.
Si fuera imperioso -como parece- decir qué es, la forma más neutra y ajustada de hacerlo sería decir que se trata de materiales destinados a un proyecto de novela finalmente aparcado, algunas de cuyas líneas narrativas condujeron hacia 2666, mientras otras quedaron en suspenso, inservibles o pendientes de ser retomadas por el autor, de haber tenido ocasión y ganas de hacerlo. En este caso, lo hubiera hecho ya no para prolongarlas tal y como se ofrecen ahora, sino para reelaborarlas en un marco nuevo, inevitablemente transfigurado por la hazaña que supuso la escritura de 2666 (el último libro, entre los publicados después de su muerte, que Bolaño consintió expresamente publicar tal y como lo conocemos).
Insisto: los materiales narrativos reunidos demasiado acríticamente bajo el título Los sinsabores del verdadero policía no constituyen, con propiedad, una novela. Tal y como se presentan, no admiten ser tomados, en rigor, como una obra más de Roberto Bolaño, por muchas piruetas que se pretenda hacer (las hace, de hecho, Masoliver Ródenas en su prólogo). Lo cual no les resta aliciente, claro que no. Ocurre simplemente que es preferible no confundir al lector".
Téngase en cuenta a la hora de acercarse al flamante artefacto, pues la literatura bolañiana nunca ha sido de fácil digestión.
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