Fuente | Global Research
"Todos tenemos derecho a absolutamente todo", escribe el reputado corresponsal de guerra especialista en terrorismo global Chris Hedges en Empire of Illusion: The End of Literacy and the Triumph of Spectacle [Imperio de ilusión: el fin de la cultura literaria y el triunfo del espectáculo] "El lenguaje es algo muy obvio", apunta Lesley Docksey en Global Reserach, atemorizada por el poder de la palabra, antes de continuar: "En 'Hollywood and the War Machine' [Hollywood y la máquina bélica] (parte de la serie 'Empire' de AlJazeera TV, diciembre de 2010) hubo un fascinante debate sobre el romance de Hollywood con la guerra y el romance del Pentágono con Hollywood. Hollywood se beneficia al obtener acceso a todo el costoso material militar que necesita para crear imágenes de épicas batallas heroicas. El Pentágono gana porque puede escribir los guiones, reescribir la historia tal como le conviene y utilizar las películas como instrumentos de reclutamiento para sus interminables guerras.
Esta perversa relación fue discutida por los cineastas Oliver Stone y Michael Moore y el periodista Chris Hedges. Hedges sugirió que para muchos estadounidenses la guerra se ha convertido ahora en algo sagrado: el Pentágono actúa como la iglesia y los soldados son sus sacerdotes. No es de extrañar por lo tanto, que exista un apetito de películas que muestran la guerra como una batalla contra el mal, con valerosos héroes estadounidenses que siempre vencen contra las dificultades. Luego dijo lo siguiente: "Creemos que, porque tenemos la capacidad de librar la guerra, tenemos el derecho a librar la guerra". Palabras escalofriantes, palabras que parecen exagerar el caso, excepto que… No cuando se consideran las actitudes de las que hacen gala los cables diplomáticos estadounidenses publicados por WikiLeaks".
"Todos tenemos derecho a absolutamente todo", opina el afamado periodista y escritor norteamericano: un lema que ha calado hondo en el paraíso del liberalismo en que se ha convertido su patria; una tesis que causa tanto dolor como el que pretende combatir, despreciando, de paso, la ética y el Derecho internacional.
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