Arcadi Espada y Javier Cercas
Fuente | Letras Libres
El asunto del 'lupanar en Arganzuela' va camino de convertirse en el alimento más provechoso del panorama mediático español del modernísimo siglo XXI. Tras la apariencia de chisme cultureta se esconde una de las más sustanciosas lecciones periodísticas que ha deparado la profesión en los últimos tiempos. Por eso merece la pena seguir de cerca este duelo -en el que ambos contendientes esgrimen un arma tan (in)ofensiva como el teclado-; por eso me parece tan acertado el análisis que de él hace Daniel Gascón en el blog de la redacción de Letras Libres:
"Arcadi Espada y Javier Cercas mantienen desde hace años una polémica sobre la verdad periodística y literaria. En España no abunda ese tipo de controversias enriquecedoras que, cuando descienden lamentablemente de la teoría al insulto, recuerdan la frase de Woody Allen: “los intelectuales son como la Mafia: solo matan a los suyos”.
Hace unos días, Cercas escribió un artículo donde defendía a Francisco Rico, que había publicado un texto contra la ley del tabaco donde decía que no había fumado en su vida. Muchos lectores, que sabían que el filólogo es un hombre a un cigarrillo pegado, protestaron. Cercas les acusaba de no tener sentido del humor y defendía que “el periodismo es un ensayo de comprensión imaginativa del presente”, “no una mera acumulación de hechos sino una interpretación de los hechos”, y que no debemos exigir que todo lo que se cuenta en el periódico responda a la verdad de los hechos. El martes, Arcadi publicó una columna en El Mundo donde contaba que Cercas había sido detenido en una redada en un prostíbulo de Arganzuela. Algunos medios implicaban a Cercas en una trama de explotación de mujeres y Espada salía en su defensa.
Como ha explicado el propio Espada, lo que contaba la columna era falso: el periodista aplicaba los argumentos de Cercas al autor de Soldados de Salamina. Usaba con brillantez un procedimiento similar al que había empleado en un fragmento de Diarios:
'El célebre periodista español Mariano de Cavia mintió un siglo antes escribiendo un artículo donde narraba el incendio del Museo del Prado. Mucha gente lo creyó. Lo que Cavia quería, justamente, era evitar la posibilidad del incendio y convencer a las autoridades de la necesidad de mejorar la seguridad en el museo. Nunca sabremos si con ese artículo se evitó la quema del Prado y tamaña desgracia para la Humanidad. Pero sí sabemos que Alfonso Hueste-Medina, un anciano coleccionista de arte de Madrid, seguramente ya enfermo, murió de un infarto fulminante en su palacete de Serrano, seguramente después de llamar, horrorizado, a su criada y empezar a relatarle lo que contaba Cavia. No hay duda de que el Prado se quemó para él.
A la mañana siguiente
Ni Alfonso Hueste-Medina ni su historia son reales. Espero que hayan aprendido la lección'.
No creo que sea exacto decir que Espada 'ha lanzado un bulo' ni una calumnia, aunque el ejemplo que usa ha podido crearle más problemas a Cercas que otros a los que podría haber recurrido. En la disputa hay un elemento de antipatía personal, que también se ve en algunos de los que han criticado el correctivo de Espada. Pero, en todo caso, Cercas se equivocaba en su defensa de Francisco Rico. El periodista que introduce la ficción en un texto del periódico está violando su pacto con el lector. Ni siquiera tiene el mérito que supone obtener la suspensión del escepticismo, como en una novela, porque opera gracias a la credibilidad de los hechos reales y el lector asume de entrada que lo que le cuentan es cierto. Es un engaño. A diferencia del periodismo, la literatura no es verdad ni mentira, sino ficción, y sabemos que crea objetos y significados simbólicos, pero ese periodismo falaz o 'imaginativo' genera de forma fraudulenta significados simbólicos, que son muy peligrosos cuando no los identificamos como tales, y los genera, además, sobre objetos y personas de verdad. El propio Cercas, que hoy vuelve a escribir sobre el asunto, ha demostrado que entiende esa diferencia en otros textos. Su admirable libro sobre el 23-F, Anatomía de un instante, distingue claramente entre los hechos comprobados y la especulación. En términos pragmáticos, ese tipo de periodismo incumple como poco la máxima de calidad de Paul Grice. Eso perjudica a quien lo lee, al periódico y a menudo a un tercero. Y dinamita todo su discurso, porque la frontera entre realidad y ficción es el único lugar donde se cumple el principio homeopático: una sola gota de mentira contamina todo el contenido y desautoriza al emisor".
No hay comentarios:
Publicar un comentario