Fuente | Página/12
Una eminencia de la sociología contemporánea, el teórico del análisis de sistema-mundo Immanuel Wallerstein, elabora una (realista) apología del pesimismo en Foreign Policy:
"Prácticamente todo el mundo en todas partes -economistas, políticos, expertos- están de acuerdo en que el mundo ha estado inmerso en algún tipo de problema económico desde al menos 2008. Y prácticamente todos parecen creer que en los próximos años el mundo se 'recuperará' de alguna manera de estas dificultades. Después de todo, siempre se dan mejoras tras producirse un deterioro de la economía. Los remedios recomendados varían considerablemente, pero la idea de que el sistema continuará conservando sus características esenciales es una fe profundamente arraigada.
Pero está equivocada. Todos los sistemas tienen una vida determinada. Cuando sus procesos se alejan demasiado del equilibrio, fluctúan caóticamente y se bifurcan. Nuestro sistema actual, lo que yo llamo una economía mundial capitalista, ha existido durante unos 500 años y al menos durante un siglo ha abarcado todo el planeta. Ha funcionado extraordinariamente bien. Pero como todos los sistemas, se ha ido alejando de manera continua más y más del equilibrio. Ya hace un tiempo que se ha desplazado demasiado, tanto que hoy está en crisis estructural.
El problema es que los costes básicos de toda la producción se han elevado considerablemente. Hay gastos en personal de todas clases -en trabajadores no cualificados, en puestos de dirección, en la gestión al más alto nivel. Están los costes incurridos cuando los productores transfieren los costes de su producción al resto de nosotros -por desintoxicación, por renovación de recursos, por infraestructura. Y la democratización del mundo ha conducido a demandas de más y más educación, más y más asistencia sanitaria, y más y más garantías de unos ingresos durante toda la vida. Para cumplir con estas demandas se ha producido un significativo aumento en los impuestos de todo tipo. Juntos, estos costes se han elevado más allá del punto que permite una importante acumulación del capital. ¿Entonces por qué no simplemente subir los precios? Porque hay límites más allá de los cuales no se puede forzar su nivel. Se llama elasticidad de la demanda. El resultado es una creciente reducción de beneficios, que está alcanzando un punto en que prácticamente no merece la pena el esfuerzo.
Lo que estamos presenciando como resultado son caóticas fluctuaciones de todo tipo, económicas, políticas y socioculturales. Estas fluctuaciones no pueden ser controladas fácilmente por las políticas públicas. El resultado es una cada vez mayor incertidumbre sobre cualquier clase de toma de decisiones a corto plazo, así como frenéticos realineamientos de todo tipo. La duda se retroalimenta mientras buscamos soluciones para la amenazante incertidumbre planteada por el terrorismo, el cambio climático, las pandemias y la proliferación nuclear.
Lo único seguro es que el sistema actual no puede continuar. La discusión política fundamental se centra en qué tipo de sistema sustituirá al capitalismo, no en si debería sobrevivir. La elección es entre un nuevo sistema que replica algunas de las características esenciales de jerarquía y polarización del sistema actual y otro relativamente democrático e igualitario.
La extraordinaria expansión de la economía mundial en los años de postguerra (más o menos de 1945 a 1970) ha estado seguida de un largo periodo de estancamiento económico en el que la fuente básica de ganancia ha sido la pura especulación sostenida por sucesivos endeudamientos. La última crisis financiera no derribó el sistema; simplemente dejó en evidencia su vacuidad. Nuestras recientes 'dificultades' son meramente la penúltima burbuja en un proceso de expansión y pinchazo que el sistema mundial ha estado atravesando desde aproximadamente los 70. La última burbuja será la del endeudamiento del Estado, incluyendo a las llamadas economías emergentes, lo que conducirá a bancarrotas.
La mayor parte de la gente no reconoce -o se niega a reconocer- estas realidades. Resulta doloroso aceptar que el sistema histórico en que estamos viviendo está en crisis estructural y no sobrevivirá.
Mientras tanto, el sistema continúa siguiendo sus reglas aceptadas. Nos reunimos en las sesiones del G-20 y buscamos un consenso fútil. Especulamos en los mercados. Desarrollamos nuestras economías de cualquier modo que podemos. Toda esta actividad simplemente acentúa la crisis estructural. La acción real, la lucha por el nuevo sistema que se creará, está en otra parte".
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