17 ene 2011

¿No son todos iguales? (I)

 

Cualquiera que se haya acercado alguna vez, por equivocación o masoquismo, a los protocolos habituales del periodismo actual sabrá que en las ruedas de prensa de los altos cargos públicos se ha instalado la descortesía de no aceptar preguntas de los periodistas; hecho que liquida el concepto 'rueda de prensa' y convierte las comparecencias de los políticos en monólogos (más o menos) autopromocionales que los medios difunden (mal que les pese) cual agencias de noticias.

Pero hay una variante de las ruedas de prensa aún más peligrosa: la que retrata a los representantes democráticos como dictadores mediáticos, que se cachondean de los redactores en su propia cara y faltan al respeto a los ciudadanos burlándose del derecho de estos a la información. A esta calaña pertenece uno de los políticos más impresentables que (todavía) gobiernan en algún rincón de nuestra amada península histérica, Francisco Camps, quien la semana pasada dio una nueva lección de malos modales al ser interrogado por Daniel Besteiro, corresponsal de Público en Bruselas: el hombre del traje (gris) regalado despreció las preguntas del periodista acerca de la cosa 'Gürtel' y del ínclito Cascos y redundó en el rollo que le había llevado hasta la capital belga.

Pero lo peor del caso no es la desfachatez del (presunto) corrupto Camps; lo más grave es que el president valenciano estaba flanqueado en la mencionada 'rueda de prensa' por un alto cargo de Fomento y por un conseller catalán, y que ambos le rieron la gracieta al tío Paco al término de la charla, creyendo que los micros estaban ya cerrados.

Pero no: estaban abiertos, y un emisario del diario Levante relató (con pelos y señales) el lamentable incidente; un incidente que contribuye a alejar cada vez más de nuestro pensamiento la creencia de que no todos los políticos son iguales.

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