24 ene 2011

Desmontando los cuentos chinos


China se ha convertido en los últimos años en el espejo en el que se mira el resto del mundo -para horrorizarse, en unos casos; para verse con aspecto inmejorable, en otros- y en la potencia (mucho más que) nacional más temida a todos los niveles por los líderes políticos occidentales. Cada tanto, los quioscos o las librerías ofrecen análisis (más o menos) ambiguos de lo que se cuece en las entrañas del gigante asiático, pero hay algo que destaca en (la mayoría de) ellos: están plagados de mitos y prejuicios. Para intentar aportar algo de luz a este oscurantismo analítico habitual, Richard McGregor ha publicado en Foreign Policy su particular revisión de cinco mitos sobre el Partido Comunista Chino. Veamos cuáles son:

"China es comunista sólo de nombre': Falso. Si Vladímir Lenin se reencarnara en el Pekín del siglo XXI y se las arreglara para apartar su mirada de los resplandecientes rascacielos y el ostensible consumismo de la ciudad, reconocería al instante en el gobernante Partido Comunista Chino (PCCh) una réplica del sistema que él diseñó hace casi un siglo para los triunfadores de la Revolución Bolchevique. Uno sólo necesita echar un vistazo a la estructura del partido para ver lo comunista -y leninista- que sigue siendo el sistema político en el gigante asiático. Es verdad que hace mucho que el país se deshizo de los pilares del sistema económico comunista, reemplazando la rígida planificación central por empresas públicas con mentalidad comercial que coexisten con un vigoroso sector privado. Sin embargo, y a pesar la liberalización que se ha producido en la economía, los líderes han tenido mucho cuidado en mantener el control de las altas instancias de la política gracias al dominio del PCCh sobre tres elementos: personal, propaganda y Ejército Popular de Liberación [...].

'El partido controla todos los aspectos de la vida en China': Ya no. No hay duda de que China fue un Estado totalitario bajo el gobierno de Mao Zedong desde 1949 hasta su muerte en 1976. En esos malos tiempos, los trabajadores corrientes tenían que pedir permiso a sus supervisores no sólo para casarse, sino también para mudarse a vivir junto a sus cónyuges. Incluso el preciso momento elegido para comenzar una familia dependía de una aprobación desde las alturas. Desde entonces, el PCCh ha reconocido que este tipo de profunda interferencia en la vida de la gente es en realidad un estorbo para poder construir una economía moderna. Bajo las reformas iniciadas por Deng Xiaoping a finales de los 70, el partido se ha ido alejando gradualmente de las vidas privadas de todos excepto de los más recalcitrantes disidentes. El declive en los 80 y 90 del viejo sistema en el que el lugar de trabajo, la sanidad y otros servicios sociales eran  estatales y se mantenían 'desde la cuna hasta la tumba', también desmanteló un intrincado entramado de control centrado en los comités de barrio que, entre otros propósitos, eran utilizados para husmear en las vidas de los ciudadanos corrientes [...].

'Internet hará caer al partido': No. Hace una década el ex presidente estadounidense Bill Clinton pronunció unas famosas declaraciones en las que afirmaba que los esfuerzos de los líderes chinos para controlar Internet estaban destinados al fracaso, que eran algo parecido a 'clavar gelatina en una pared'. Ha resultado que Clinton tenía razón, pero no en el sentido que él pensaba. Lejos de ser una cinta transportadora para los valores democráticos occidentales, Internet ha conseguido en gran parte lo contrario en China. El gran cortafuegos funciona bien para bloquear o al menos filtrar las ideas occidentales. Tras él, sin embargo, los ciberciudadanos hipernacionalistas gozan de carta blanca. El PCCh se ha envuelto en el manto del nacionalismo para asegurarse el apoyo popular y ha exagerado el potente relato de la histórica humillación de China por Occidente [...].

'Otros Estados quieren seguir el modelo chino': Buena suerte. Desde luego, muchos países en desarrollo sienten envidia del ascenso de China. ¿Qué Estado pobre no querría tres décadas de un crecimiento anual del 10%? ¿Y qué tirano no querría un 10% de crecimiento y la garantía de que mientras tanto se mantendrá en el poder una larga temporada? Sin ninguna duda el gigante asiático tienen importantes lecciones que enseñar a otros sobre cómo gestionar el desarrollo, desde cómo pulir sus reformas poniéndolas primero a prueba en diferentes partes del país a manejar la urbanización de modo que las grandes ciudades no se vean invadidas por barrios marginales y poblados chabolistas [...].

'El PCCh no puede gobernar para siempre': Sí, puede. O al menos hasta donde se alcanza a ver en el futuro. A diferencia de los casos de Taiwan y Corea del Sur, la clase media china no ha surgido con ninguna exigencia clara de querer lograr una democracia al estilo occidental. Hay algunas razones obvias para esto. Los tres vecinos asiáticos más cercanos, incluyendo a Japón, se convirtieron en democracias en momentos diferentes y bajo distintas circunstancias. Pero todos fueron en la práctica protectorados estadounidenses y Washington fue crucial para forzar el cambio democrático o institucionalizarlo. La decisión surcoreana de anunciar elecciones antes de los Juegos Olímpicos de Seúl de 1988, por ejemplo, se tomó bajo presión directa de EEUU. Japón y Corea del Sur son también más pequeños y cuentan con sociedades más homogéneas, careciendo de la enorme amplitud continental de China y de su multitud de nacionalidades y grupos étnicos en conflicto. Y no hace falta decir que ninguno sufrió una revolución comunista cuyos principios fundadores consistían en expulsar a los imperialistas extranjeros del país. Puede que la clase media urbana del gigante asiático desee más libertad política, pero no se ha atrevido a alzarse en masa contra el Estado porque tiene demasiado que perder. Durante las últimas tres décadas, el partido ha decretado un amplio abanico de reformas económicas, incluso a la vez que reprimía la disidencia [...]".

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