27 ene 2011

Edgar Morin o el pesimismo esperanzado

Fuente | Rue89

A los 89 años, Edgar Morin continúa produciendo ricas reflexiones orientadas hacia el porvenir. Este antiguo miembro de la resistencia, excomunista, sociólogo y filósofo, a quien sin saberlo Nicolás Sarkozy copió hace algunos años el concepto de 'política de civilización' acaba de terminar un nuevo libro, El camino, en el cual realiza una severa y angustiosa constatación de los males de nuestra época y trata de bosquejar algunas pistas para el porvenir. Entrevista de Rue 89 [gentileza de Rebelión]:

"Leyendo su libro nos hemos sentido golpeados por su pesimismo. Usted predice una catástrofe para la humanidad diciendo que lo peor no es nunca seguro. La nota esperanzada del final se dirige a los que sobrevivirán al cataclismo...

-Escribir 300 páginas de propuestas para el futuro no es pesimista. Si hubiera sido pesimista habría sido Cioran, habría escrito algunas máximas diciendo 'todo está perdido'.

Me ubico en un punto de vista que distingue lo probable de lo improbable. Lo probable para un observador dado en un lugar dado consiste en proyectarse hacia el futuro a partir de las mejores informaciones disponibles en su tiempo.

Evidentemente si yo proyecto hacia el futuro, el curso que sigue actualmente el planeta resulta extremadamente inquietante ¿Por qué?

No solamente debido a la degradación de la biósfera o a la propagación de las armas nucleares, sino también porque existe también una doble crisis: la crisis de las civilizaciones tradicionales bajo la influencia del desarrollo y de la globalización, que no es otra cosa que la occidentalización y la crisis de nuestra civilización occidental que está produciendo este acelerado futuro en que no existen controles para la ciencia y la técnica y donde la ganancia es desenfrenada.

La muerte de la 'hidra' del totalitarismo comunista ha provocado el despertar de la hidra del fanatismo religioso y la sobreexcitación de la hidra del capital financiero.

Estos procesos parecen encaminarnos a catástrofes que no se sabe si van suceder o a combinarse. Todos estos procesos son lo probable.

Solamente la experiencia histórica nos muestra que llega lo benéficamente probable. El formidable ejemplo del mundo mediterráneo de cinco siglos antes de nuestra era: ¿cómo una pequeña y lastimosa ciudad como Atenas pudo resistir dos veces a un imperio gigantesco y alumbrar la democracia?

He vivido también otra experiencia. En el otoño de 1941, luego de haber destruido casi totalmente los ejércitos soviéticos que encontraba en su camino, Hitler llegó a las puertas de Leningrado y de Moscú. En Moscú un invierno prematuro congeló al ejército alemán. Los soviéticos ya se habían retirado hasta más allá de los Urales.

La historia habría sido diferente si Hitler hubiera desencadenado su ofensiva en mayo como él quería y no en junio luego de que Mussolini le pidiera ayuda, o si Stalin no hubiera sabido que Japón no atacaría a Siberia, lo que le permitió nombrar al general Joukov en el frente de Moscú.

El 5 de diciembre, la primera contraofensiva soviética liberó a Moscú hasta 200 km y dos días más tarde los estadounidenses entraron en guerra. He ahí algo improbable que se transforma en probable.

Actualmente ¿qué es lo improbable? La vitalidad de la llamada sociedad civil, una creatividad preñada de porvenir. En Francia la economía social y solidaria emprende vuelo, la agricultura biológica y granjera, soluciones ecológicas, actividades solidarias... Esta mañana recibí por email un documento sobre agricultura urbana.

En Brasil, adonde voy a menudo, formidables iniciativas están transformando actualmente una villa miseria condenada a la delincuencia y la miseria en una organización para salvar a los jóvenes.

Se crean muchas cosas. El mundo hierve de iniciativas por querer vivir. ¡Hagamos de tal modo que esas iniciativas se conozcan y crezcan! Allí está la mayor dificultad, porque estamos siendo arrastrados a toda velocidad en una carrera hacia los desastres, sin que tengamos conciencia de lo que nos ocurre.

La crisis intelectual es probablemente la peor porque continuamos pensando que el crecimiento va a resolver todos los males mientras que el crecimiento infinito y acelerado nos proyecta en un mundo finito que lo vuelve imposible.

No existen pensamientos lo suficientemente complejos para encarar todo eso: nuestra educación forma muy buenos especialistas pero incapaces de transmitir sus conocimientos a los demás. Hacen falta reformas solidarias. Todo eso nos muestra la dificultad que nos plantea el cambio de ruta.

Pero la humanidad ha cambiado muchas veces de ruta. ¿Cómo fue posible que el príncipe Sakyamuni, reflexionando sobre el sufrimiento elaborara una concepción de la verdad que se transforma en religión? ¿Cómo es posible que un pequeño chamán judío, disidente y crucificado generara gracias a Pablo esta religión universal que es el cristianismo? ¿Cómo, que Mahoma expulsado de la Meca, haya dado origen a una religión gigantesca?".

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