10 feb 2011

Tras el ojo de la cerradura

Fuente | Rockdelux

El bucle infinito de Wikileaks no para. Hoy me detengo en este artículo que Vicenç Batalla firma en Rockdelux. Nada nuevo: un punto de vista más:

"La aparición de un fenómeno como WikiLeaks era necesaria. La red debe ser neutral como acceso libre para todos los internautas, pero los contenidos no lo son y desaprovechar la oportunidad de entrar en esos agujeros que deja el poder, antes de que los vuelva a cerrar, es la gran suerte de internet. El control de la información es un arma utilizada desde siempre por los gobiernos bajo el falso concepto de secreto de Estado. En realidad, es el secreto de las maniobras del poder a espaldas de los ciudadanos. En cada caso, puede estar justificado mantener una cierta discreción para conseguir desatascar un conflicto político. Pero el abuso del secreto de Estado da lugar a guerras, mercaderes de armas y comisionistas, intereses inconfesables, cobertura de líderes corruptos y olvido de poblaciones diezmadas. Y, como consecuencia, el descrédito de los periodistas.

La reacción ante las revelaciones del australiano Julian Assange, como cabeza visible de WikiLeaks, es una prueba. Ha recibido las acusaciones de terrorista, anarquista e incluso se ha pedido su cabeza desde diferentes sectores de una democracia como Estados Unidos. La administración de Barack Obama se ha encontrado en un dilema después de que, solamente hace un año, la secretaria de Estado, Hillary Clinton, abogara por el máximo de transparencia en la red en países como China. El proceso judicial en el que se halla inmerso Assange por dos presuntas violaciones en Suecia refleja el grado de penetración al que pueden llegar algunas autoridades para tratar de aniquilar al enemigo en la más pura tradición de las novelas de espías.

La personalidad de Assange también ayuda a ello. Es inteligente, hábil y megalómano. Las condiciones necesarias para afrontar un reto como el suyo: convertirse en el Robin Hood del ciberespacio. Aunque por el camino deje víctimas colaterales en antiguos socios que le acusan de haber personalizado y jerarquizado un proyecto que, inicialmente, tenía una configuración horizontal. La pregunta es si este proyecto hubiera llegado donde ha llegado sin una figura como la suya, que tiene un aura de estrella de rock. El rey de los geeks, los antiguos nerds.

La circunstancia de que el soldado Bradley Manning guardara miles de documentos sobre la guerra en Irak, que sustrajo de ordenadores durante su misión, en un archivo con el nombre de Lady Gaga para despistar, no hace sino aumentar la leyenda. Lo que hay detrás, de todos modos, es lo que cuenta. Manning, recluido en una base en Estados Unidos, se enfrenta a una pena de cincuenta y dos años de prisión. Assange se transformó definitivamente en un enemigo de Estados Unidos cuando se encargó personalmente de montar las imágenes que le había pasado Manning donde se ve a militares norteamericanos disparando y riendo desde un helicóptero en Bagdad contra una veintena de civiles desarmados.

El documento se presentó en Reikiavik, en abril pasado, con la colaboración del periodista islandés Kristin Hrafnsson, que ha pasado a ser su portavoz. A Hrafnsson le censuraron en 2009 un reportaje en la televisión nacional donde denunciaba la corrupción de los dirigentes del primer banco de su país, a partir de informaciones reveladas por WikiLeaks. La reciente debacle financiera de Islandia ha llevado a la bancarrota al país donde todo era moderno.

El periplo de Assange está plagado de osadías y huidas. Empezó con un colectivo de hackers en Melbourne llamado International Subversives. Creó en su país el servidor alternativo Suburbia. En 2006, publicó el ensayo La conspiración como gobierno y abrió WikiLeaks como lanzador de alarmas, que se nutre de informadores anónimos a los que Assange preserva a través de un elaborado sistema de criptología.

El primer país del que tuvo que salir por piernas fue Kenia, en 2007, cuando difundió los papeles que probaban la tortura y el asesinato de centenares de opositores por parte de la policía del ex presidente Daniel Arap Moi. Luego, ha continuado con el manual de guardias de Guantánamo, más documentos sobre Irak y Afganistán y los telegramas de las embajadas estadounidenses, como prolongación de los servicios secretos de este país [...].

Julian Assange no es un periodista. Es un agitador para los periodistas. Como lo son iniciativas paralelas del tipo ProPublica, The Bureau Of Investigative Journalism u OpenLeaks, el nuevo sitio que preparan los antiguos socios de Assange. Le toca a cada uno juzgar si él es el personaje del año o si el título le corresponde a Mark Zuckerberg, el joven millonario de Facebook. Otra forma de ver el capitalismo".

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