23 feb 2011

30 años x 23-F = 690 versiones

Fuente | rtve.es

Hoy se cumplen 30 años del (pen)último golpe de Estado contra nuestra democracia, el perpetrado el 23 de febrero de 1981. Los medios nacionales soportan estos días, a duras penas, el peso de las batallitas particulares, los enigmas amontonados, las versiones de los héroes y los villanos. Hojarasca. Resulta complicado expurgar el estercolero. De entre las toneladas de lugares comunes y argumentaciones extemporáneas, me quedo con lo que se puede ver, oír y leer en este post: la grabación original de los hechos, servida por rtve.es; el montaje sonoro elaborado por Ángeles Afuera e Iván Coca para la cadena SER; el montaje audiovisual confeccionado por elmundo.es; la 'novela gráfica' publicada por el Magazine de El Mundo el pasado domingo; la ochentera visión de El Jueves a modo de videojuego; y el (desmitificador) artículo de Raúl del Pozo en El Mundo, que dice así:

"Presumimos de tener muchos huevos cuando ya se han desvanecido aquellos que nos querían dar matarile. Nos montamos películas falsas con romances de valentía sobre nuestro pasado, no sólo por oportunismo o vergüenza, sino porque pensamos de manera diferente al momento en el que ocurrieron los hechos. La idealización del pasado, además de un mecanismo de defensa, forma parte de la memoria de la resaca, con vacíos y olvidos que rellenamos con fantasía. 'Intento no pensar en cosas pasadas porque si lo hago', escribe Borges, 'lo estaré haciendo sobre recuerdos'. Tal vez por eso evocamos y revivimos el 23-F como una hazaña cuando fue realmente un doblegamiento. Si repasamos los acontecimientos, nos duele la memoria, recordamos nuestras caras tan blancas como el yeso y sólo recuperamos el orgullo al recordar los millones de ciudadanos que se echaron a la calle a defender la democracia.

No es cosa de repasar los nombres de los valientes y cobardes como si aquello hubiera sido un western. Digamos simplemente, que en el golpe, antes del golpe y después del golpe los valientes fueron peor tratados que los prudentes. Los españoles no votaron, un año después, a los más intrépidos, sino a los más juiciosos.

Veremos cómo lo cuentan hoy. Estén atentos al televisor. Comprobarán cómo vuelven a la sede de la fechoría, que no llegó a ser el lugar del crimen por pura casualidad, para contar con juegos verbales, la charlotada como una hazaña. El Congreso de los Diputados es también el diván de la nación, un buen lugar para las evocaciones confabulatorias; los leones son de bronce y no hablarán, a pesar de ser los guardianes del templo de la palabra, al pie del pórtico, delante de las seis columnas de orden corintio. Si hablaran, confirmarían esa máxima a la que tanto apelan los autores de novelas de espías: un traidor, un agente secreto. Un traidor vale más que 100 valientes. Allí no hubo 100 héroes, ni siquiera 90, apenas tres o cuatro: Adolfo Suárez, Santiago Carrillo, Gutiérrez Mellado y alguno más. Tal vez se portaron con tanta audacia porque eran los más desesperados y asustados.

Aquella no fue la hazaña de Daniel ni la de Don Quijote cuando se quedó solo con una espada ante el león que abrió la boca y sacó dos palmos de lengua, lavándose con ella el rostro, antes de volver a la jaula. Yo estaba allí y no echo planas a nadie. En ningún momento pensé morir como un romano, pasé más miedo que en el dentista cuando me apuntaba con las manos temblorosas un cabo primero de la Guardia Civil de Tráfico.

Y así casi todos. Veremos y escucharemos cómo lo cuentan los padres de la Patria, cómo rememoran aquel esperpento cuando ya está en el desolladero".


Fuente | El Jueves

No hay comentarios:

Publicar un comentario