23 feb 2011

El (desen)canto del cisne de Aronofsky


El nuevo extrañamiento cinematográfico de Darren Aronofsky está ya en las carteleras españolas. Lleva por título 'Cisne negro' y supone un capítulo más de la ecléctica intrahistoria del subgénero de películas en torno a la danza, de la que en estas últimas fechas se han estrenado -y se estrenarán- algunas notables muestras. La crítica ha caído rendida, una vez más, ante el heterodoxo creador de 'Pi, fe en el caos', 'Requiem por un sueño', 'La fuente de la vida' y 'El luchador'. Para muestra, un botón: Jordi Costa en El País:

"Las articulaciones del pie de una bailarina crujen con el estruendo de las placas tectónicas en una de las poderosas imágenes que abren la última película de Darren Aronofsky: un plano detalle que transforma el cuerpo de Natalie Portman en inesperado escenario de una película de catástrofes.

Como ya hiciera en la precedente 'El luchador', el cineasta se apropia del cuerpo de su protagonista para convertirlo en cordero sacrificial, objeto condenado a la extenuación expresiva a lo largo de un 'tour de force' formal que antepone, aquí, la estilización 'high class' a esa falsificación de una crudeza visceral que caracterizaba a la película anterior. Sería, no obstante, un error descifrar 'Cisne negro' tan solo a la luz de 'El luchador': el cineasta parece haber logrado aquí la síntesis perfecta de su poética, pues, más allá de esa exploración del cine como prolongación del 'body art', su película propone una inmersión, sin asideros, en las profundidades de una subjetividad fracturada, prolongando las propuestas de 'Pi' (1998) y 'Réquiem por un sueño' (2000).

'Cisne negro' cuenta una historia aparentemente sencilla, pero, tras cada una de sus imágenes y sus sonidos -en el cine de Aronofsky ni un ínfimo grano de celuloide es inocente-, se oculta un sofisticado dispositivo formal que amplifica el alcance de sus transparentes metáforas. El director juega con imágenes -los ecos del rostro de la Portman- y sonidos -el batir de las alas de un cisne- casi subliminales para colocar al espectador en el centro mismo del laberinto interior de Nina, la bailarina que abraza su lado oscuro, desborda su sexualidad reprimida y asume su autodestrucción en su demoledor camino a la perfección.

Es inevitable mencionar 'Las zapatillas rojas' (1948) como gran referente, pero, en este juego a la vez culterano y efectista que no renuncia a evocar 'Repulsión' (1965), 'Lo importante es amar' (1975), 'Carrie' (1976), 'Perfect Blue' (1998) e incluso 'Showgirls' (1995), quizá lo más sorprendente sea su reivindicación del formalismo 'grandguignolesco' del 'giallo': 'Cisne negro', que lanza no pocos guiños a la trilogía de 'Las tres madres' de Argento, sería, en suma, la perfecta hermana aristocrática de su 'Terror en la ópera' (1987). El clímax final conquista la grandeza de lo inefable: una apoteosis de cine puro, que de ningún modo puede (ni, por supuesto, merece) ser reducida a palabras".

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