27 feb 2011

Lo peorcito del cine de 2010


"Los Razzies, considerados los 'anti-Oscar' de la industria, se cebaron hoy con 'The Last Airbender', [...]. Según reveló la fundación Golden Raspberry Award, que entrega los temidos Razzies, 'The Last Airbender' se hizo con las estatuillas (unas frambuesas doradas cuyo valor es inferior a cinco dólares) a la peor película, peor director, peor guión, peor actor de reparto (Jackson Rathbone, que también se lo llevó por 'Twilight Saga: Eclipse') y peor uso del 3D.

La otra gran perjudicada de la velada fue 'Sex and the City 2', que se llevó el galardón de peor actriz (destinado a todo su reparto femenino, formado por Sarah Jessica Parker, Kim Cattrall, Kristin Davis y Cynthia Nixon), peor secuela y peor reparto.

El título de peor actor fue a parar a Ashton Kutcher, por 'Killers' y 'Valentine's Day', mientras que como peor actriz se coronó Jessica Alba, gracias a 'The Killer Inside Me', 'Little Fockers', 'Machete' y 'Valentine's Day'.

La satírica ceremonia, celebrada como es tradición la noche previa a los Oscar, tuvo lugar en el Teatro Barnsdall Gallery, en Hollywood.

Los Razzie -palabra que se puede traducir como pedorreta- se crearon en 1980 como el antídoto al glamour que impone Hollywood anualmente gracias a los premios de la Academia" (EFE).

La máxima imaginable de todas las corrupciones


Dijo Nietzsche que "La iglesia es la máxima imaginable de todas las corrupciones". Si quieres comprobarlo, resérvate un rato largo, ármate de paciencia y pincha aquí.

Buscando al buscador

Fuente | Google

El beneficio de la duda de la eficacia de Google como paradigma de la búsqueda de información en la red es negado, cada vez con mayor frecuencia, por los analistas de la cosa digital. Esta semana, la todopoderosa empresa que decide lo que debemos leer, ver y escuchar en internet ha apretado una vuelta más en la tuerca de su algoritmo para intentar acallar las críticas que le llueven de todos lados. Pere Rovira, director de Webanalytics.es, ve así el cambio:

"Google siempre ha dejado claro que su misión como empresa es 'organizar la información disponible en el mundo', ya sean artículos, libros, vídeos, noticias, etcétera. La herramienta más conocida de Google es su buscador (www.google.es), que en España utilizan aproximadamente más del 90% de las personas que realizan una búsqueda de información en Internet.

El principal activo del buscador de Google es el algoritmo que utiliza para ordenar los resultados de búsqueda. La principal característica de este algoritmo es que supuestamente no utiliza la opinión de seres humanos para determinar la importancia de un contenido determinado. El algoritmo se basa en una combinación de factores computables matemáticamente, como por ejemplo la cantidad de sitios web que enlazan a un contenido determinado. Cuantos más enlaces apuntan a un contenido, más importancia le otorga el algoritmo a dicho contenido.

Para una empresa, es fundamental que sus productos y servicios aparezcan en las primeras posiciones del buscador de Google. Esto es garantía de que muchas personas van a acceder a la página web de la empresa.

Precisamente por dicho motivo, algunas empresas intentan aprovecharse de la abrumadora popularidad de Google. Y lo hacen creando páginas web específicamente diseñadas para aparecer en las primeras posiciones de resultados para una búsqueda determinada. A lo largo de los años esto ha significado que para muchas búsquedas, el buscador de Google no ofrece un enlace a la página con el contenido más relevante, sino un enlace a la página mejor preparada para posicionarse. Este fenómeno es una amenaza para Google: si las empresas logran 'engañar' al algoritmo, el buscador dejará de ser útil para las personas.

Para responder a este problema y seguir manteniendo el liderazgo en la misión de 'organizar la información disponible en el mundo', Google anunció ayer una modificación sustancial de su algoritmo de búsqueda. No es el primer cambio, pero según muchos analistas del sector, es el cambio más significativo de los últimos años.

El nuevo algoritmo introduce criterios de calidad y originalidad del contenido. Es decir, para aparecer en primeras posiciones de resultados de búsqueda, no solo es importante haber sido referenciado por otros sitios web, sino ofrecer un contenido original y de calidad.

Este cambio puede suponer una revolución en el ámbito de la publicación de contenidos. Sitios web de medios de comunicación, por ejemplo, llevan ya tiempo quejándose de que sus contenidos originales aparecen por debajo de otros sitios web que directamente han copiado su contenido. Están en juego millones de lectores, es decir, millones de euros.

Como es habitual, Google no ha desvelado los nuevos criterios del algoritmo, limitándose a comentar que sus pruebas demuestran que tras el cambio, los resultados de búsqueda apuntan a contenidos originales y de mayor calidad.

Algunos analistas opinan que este cambio en el algoritmo supone que Google está aceptando, implícitamente, que su buscador es cada vez menos eficaz, menos útil para las personas. Incluso se apunta que el modelo de basar resultados de búsqueda en un algoritmo puede estar llegando a su fin, y modelos basados en recomendaciones directas de personas (el caso de Facebook o Twitter, por ejemplo) pueden destronar a Google de su reinado particular en la organización de la información.

El tiempo dirá quién tiene la razón. De momento, Google sigue siendo el líder, a mucha distancia de sus supuestos competidores. Durante cuánto tiempo podrá resistir el algoritmo es una pregunta clave para dibujar el futuro de Internet".

Rearviewmirror

Fuente | YouTube RT

Petras vs. Bell: ¿El fin de las ideologías?

Fuente | Wikipedia

El ilustre sociólogo James Petras se ha despachado a gusto con el (igualmente) ilustre sociólogo Daniel Bell en un (demoledor) epitafio del que considera un "publicista" del Imperio:

"El reciente fallecimiento de uno de los sociólogos estadounidenses más destacados, el profesor de Harvard Daniel Bell, y los grandes elogios expresados en las necrológicas que le han dedicado ponen de relieve la importancia de la utilidad ideológica por encima del rigor científico. Ejemplo típico de los medios de comunicación de masas y sus hagiografías es la necrológica que publicó el Financial Times (1), en la que afirmaba que 'pocos hombres tienen el don de mirar hacia el futuro, pero Daniel Bell (...) era uno de ellos (...) con una precisión asombrosa'. Más adelante, el mismo artículo laudatorio anunciaba que 'pocos pensadores de la segunda mitad del siglo XX lograron captar los cambios sociales y culturales de la época con tanta amplitud y tanto detalle como Bell'. Sin duda hay algunas razones importantes para que Bell reciba tan efusivas alabanzas, pero ciertamente ninguna de ellas es su comprensión de los cambios políticos, económicos e ideológicos que tuvieron lugar en Estados Unidos durante su vida intelectual.

El examen y el análisis de sus principales escritos revelan una 'asombrosa' tendencia al error de base en sus análisis de la evolución ideológica y los rasgos fundamentales de la economía de EEUU, su estructura de clases y su propensión a la guerra permanente y la profundización de la crisis económica.

Uno de los primeros y más influyentes libros de Bell, The End of Ideology (1960) (2), afirmaba que EEUU estaba entrando en un período en el que la ideología estaba desapareciendo como fuerza motriz de la acción política. Según su análisis, el pragmatismo, el consenso y el declive del conflicto social y de clases caracterizarían el futuro de la política estadounidense. The End of Ideology se publicó en una década en que la sociedad norteamericana se vio desgarrada por los movimientos antibelicistas y antiimperialistas, contempló la salida anticipada de un presidente de EEUU (Johnson) y tuvo a decenas de miles de sus soldados paralizados e inmovilizados en Indochina, lo que condujo a una movilización popular masiva en el país y erosionó cualquier idea de consenso político. Durante esta misma década, en cientos de ciudades del país estallaron importantes levantamientos urbanos y movimientos sociales afroamericanos, que produjeron en muchos casos enfrentamientos violentos y una fuerte represión por la Guardia Nacional y la policía, lejos de la construcción de cualquier tipo de 'consenso'. Las ideologías florecieron, entre otras el Black Power, el marxismo en muchas de sus formas, las diversas variantes de democracia participativa de la Nueva Izquierda, el feminismo y el ecologismo. En lugar de reflexionar sobre estas realidades de la década y replantearse sus equivocadas profecías, Bell, refugiado en las universidades de Columbia y más tarde (1969) Harvard, simplemente se burló de los protagonistas de las nuevas ideologías y los nuevos movimientos sociales. El renacimiento de la ideología como guía o justificación de la acción política no se limitó en absoluto a la izquierda y los movimientos ambientalistas: la estridente derecha de Ronald Reagan, con su ideológica neoliberal y neoconservadora, surgió hasta llegar a dominar la política en la década de 1980, redefiniendo el papel del Estado, protagonizando un asalto a gran escala sobre el estado del bienestar y la regulación empresarial, y justificando un resurgimiento masivo del militarismo.

Nunca un científico social ha interpretado tan erróneamente su momento histórico, ni ha hecho predicciones tan miopes que hayan sido refutadas en un plazo tan breve. Esta colosal desconexión con la realidad no impidió a Bell publicar un nuevo título con nuevas profecías: The Coming of Post Industrial Society (3). En él, Bell sostuvo que la lucha de clases y la actividad industrial estaban siendo reemplazadas por una nueva economía de servicios basada en los sistemas de información y en nuevos principios innovadores, nuevos modos de organización social y una nueva clase social. Llegó a argumentar que la lucha de clases estaba siendo reemplazada por una meritocracia basada en la educación y por políticas basadas en el interés individual.

Un vistazo siquiera superficial a la época nos revela que fue un momento de intensificación de la lucha de clases -esta vez desde arriba en vez de desde abajo- que supuso un violento y exitoso ataque de carácter político de los gobiernos de Reagan y las grandes corporaciones contra los derechos de los trabajadores, con despidos masivos y encarcelamiento de los controladores aéreos en huelga, además del inicio de una campaña nacional para hacer retroceder los salarios y la protección del empleo en las industrias del automóvil, el acero y otras industrias claves.

En segundo lugar, el relativo declive de la manufactura industrial y el surgimiento de la industria de servicios no se tradujo en el crecimiento de empleos de cuello blanco mejor pagados para los hijos de los obreros industriales desplazados: la gran mayoría de los nuevos trabajadores de servicios estaban mal pagados (con ingresos 60% inferiores a los de los trabajadores industriales sindicalizados) y encuadrados en trabajos manuales de baja categoría.

Lo que Bell calificó de sociedad postindustrial del conocimiento fue, de hecho, el predominio cada vez mayor del capitalismo financiero, que pudo definir cada vez más la utilización y las funciones principales de los sistemas de información: el desarrollo de nuevos softwares diseñados para los instrumentos financieros especulativos. En lugar del mérito como base de la movilidad social, especialmente en la franja social superior, es la conexión con los grandes bancos de inversión lo que ha venido sirviendo como principal vehículo hacia el éxito. Esta relación ha socavado la economía industrial y el empleo estable del país.

Las contribuciones conceptuales de Bell reflejan una asombrosa habilidad para acuñar eufemismos destinados a oscurecer el predominio de una clase financiera parasitaria y el etiquetado como meritocracia de sus abusivas prácticas.

Es difícil de creer que Bell, que fue redactor encargado de la sección de empleo de Fortune, la gran publicación de los negocios, no estuviera al tanto del desplazamiento masivo de capitales de la industria a las actividades financieras. Pero lo que hizo fue perfeccionar sus habilidades como publicista para acuñar frases simples y conceptos pegadizos, útiles para formar parte de la narrativa de unos medios de comunicación ansiosos por desviar el debate público de las características profundamente negativas de la embestida capitalista sobre la clase obrera a partir de 1980.

El último gran libro de Bell, The Cultural Contradictions of Capitalism (4) ha sido a la vez la celebración del capitalismo como gran historia de éxito, que sin embargo lleva en su seno, según nos advirtió, la semilla de su propia destrucción desde el momento en que el valor puritano del trabajo bien hecho había sido erosionado y sustituido por la gratificación instantánea, el consumismo y la contracultura, todo lo cual conduce inevitablemente a la crisis moral.

Una vez más, Bell desvía la atención de las contradicciones estructurales más evidentes, para centrarse en patrones de comportamiento marginales, en sí mismos subproductos de un poder global e imperial creciente. Las más flagrantes contradicciones que Bell ignoró son, por una parte, la que se produce entre la tradición republicana estadounidense, en vías de desaparición, y el impulso dominante hacia la construcción del imperio; y por otra, la contradicción entre el declive de la economía del país y el crecimiento del militarismo de ámbito mundial. La retórica postindustrial de Bell no tuvo en cuenta que la pérdida de empleo en la industria estadounidense no se debió a la conversión de las empresas en una supuesta economía de la información, sino más bien a su reubicación en el extranjero, (Asia, Caribe y México), bien mediante subcontratación, bien mediante inversión extranjera. En otras palabras, Bell atribuye el descenso de la economía interna estadounidense a la moralidad de la clase media y los consumidores de bajos ingresos del país, en lugar de presentar un análisis objetivo de las características estructurales y el comportamiento del capital globalizado en su servicio a un imperio en expansión.

De un modo aún más perverso, este 'pensador excepcional y paradigma de nuestro tiempo', fue incapaz de captar la esencial profundización de las contradicciones de clase de nuestra época. Algunos estudios estadísticos comparativos han demostrado que EEUU tiene ahora las peores desigualdades de cualquier país capitalista y el peor sistema de salud de los cincuenta principales países industrializados. Por otra parte, al igual que muchos de los intelectuales ricos de Nueva York, con sus salarios de seis cifras, Bell no registró el hecho ineludible de que las desigualdades en Manhattan eran tan acusadas o más que las de Guatemala, Calcuta o Sao Paulo: menos del 1% de los residentes controlan el 40% de la riqueza de Nueva York.

Así son las contradicciones 'culturales' de Bell: el contraste entre las declaraciones de nuestro insigne académico y la realidad existente en los márgenes del vergel académico.

Como intelectual, la contribución de Bell, fue por consiguiente mediocre, en el mejor de los casos, y carente de una perspectiva interesante, sobre todo en sus pretensiones proféticas. La notoriedad de Bell y su reputación, sobre todo en los medios de comunicación y revistas de prestigio académico, se debió a su capacidad inagotable para poner de moda eufemismos pegadizos diseñados para desviar la atención de los devastadores efectos socioeconómicos del capitalismo de finales del siglo XX. Bell proporcionó útiles conceptos a los publicistas y escribas de los negocios y las finanzas para que pudieran embellecer sus narrativas. Su gran reputación entre muchos académicos de escritor deseoso de abordar los grandes temas de nuestro tiempo para debatir y polemizar con los críticos situados a la izquierda, es una virtud menor dada su mediocridad básica y su mendaz defensa de lo indefendible.

(1) 2/12-13/1, p. 5
(2) El fin de las ideologías, Tecnos 1964
(3) El advenimiento de la sociedad postindustrial, Alianza Editorial 2006
(4) Las contradicciones culturales del capitalismo, Alianza Editorial 2010

La vuelta del vinilo

Portada de Veneno | 1977
Fuente | lafonoteca

Montero Glez, que ha novelado recientemente la peripecia vital de Camarón en Pistola y cuchillo, alucina con el revitalizado consumo de discos de vinilo. De paso, defiende que el futuro de la industria musical española pasa por la recuperación de su esencia, apartada durante décadas por la influencia anglosajona:

"Karl Marx vino a contarnos lo que sucede cuando la mercancía toma vida propia y el ser humano se convierte en esclavo de las cosas. Cuando no hay vuelta atrás y acaba sumergido en una fábula gótica, irrespirable, donde las cosas camelan hasta la dependencia.

Sin duda alguna, 'El carácter fetichista de la mercancía y su secreto' es el apartado más literario de El Capital de Karl Marx, uno de los libros menos leídos del mundo y una referencia para nuestro tiempo que corre a la velocidad de Internet, barriendo con su vuelo los cacharritos donde escuchábamos música. Visto desde aquí, la recuperación de los discos en vinilo se antoja fantasmagórica. Como si la peña que ahora compra un 'long play' fuera lo más parecido a una pandilla de espiritistas alrededor de una güija que se mueve a 33 revoluciones por minuto. Es curioso que se reediten viejos vinilos cuando la comodidad arrinconó al tocata, cuando ya no hay que levantarse a cambiar la otra cara del disco y donde el único espacio a temer es el de la memoria de la computadora.

Pero más curioso resulta comprobar cómo, vinilos que en su día no fueron valorados, ahora se ponen a la venta y se agotan igual que si fuera droga. El tacto, ese sentido que en la era digital tiende a atrofiarse, se despierta ante la mercancía y se pone a su disposición. Ver es creer pero tocar es mejor. Así ha sucedido con 'La leyenda del tiempo', de Camarón, el disco más importante que ha prensado la industria made in spain y lo más parecido al 'Sgt. Pepper's' pero en caliente. En su día no tuvo repercusión alguna. Hace nada que se reeditó en vinilo y al poco ya no quedaban existencias. La industria musical de nuestro país estuvo desatinada en su momento y prefirió apostar en otras timbas a melodías fáciles, ritmos binarios y asuntos tales que llevaron a las disqueras instaladas en España a determinarse como sucursales del extranjero. Nuestra música de origen, la más auténtica y por lo mismo la más exportable, fue relegada al 'ghetto' de donde salió, a las casetas de feria y a las pistas de coches chocones. Pero no hay que asombrarse por la paradoja, ya nos avisó Marx: el sistema capitalista trae en sus contradicciones el germen de su propia destrucción. No toda la culpa la va a tener ahora la banda ancha, ni su vuelo de escoba que barre viejos soportes.

Como si fueran los restos fantasmas de un cataclismo, resurgen algunos de aquellos vinilos. El caso de 'La leyenda del tiempo' es el más señalado pero también está ese otro, de Veneno, con su cubierta original. La misma que retiraron de circulación por aparecer el nombre del grupo marcado sobre un 'placote' de 'jachís' al que no faltaba el detalle del papel plata. Tampoco podía faltar el disco pionero en lo que a fusión flamenca se refiere, un trabajo valiente grabado años antes de 'La leyenda del tiempo' y que marcaría rumbo. Se trata del 'Gypsy Rock' de Las Grecas. Guitarras ácidas, batería con el pellejo a punto, pulsaciones de bajo eléctrico, tiros de teclados y toda la cocina de la negritud en las percusiones. La memoria sentimental de las barriadas, la del 'lumpemproletariado' está escrita en cada uno de los surcos.

En resumidas cuentas, el cadáver de la industria discográfica que hoy cuelga en los campanarios, como fantasma que sólo espanta a los pájaros, es asunto que ya profetizó Karl Marx en sus escritos. Sólo hay que poner la música apropiada para darse cuenta de ello".

(El proceso de) la ilustración

Fuente | 4ojos

Así detalla Enrqiue Flores el proceso de creación y realización de una ilustración de prensa. Interesante para los neófitos en la materia esta aportación a la exposición 'NAGE (Nuevos Artistas Gráficos de Extremadura)', organizada por ExTreBeO, que ha podido verse en varias ciudades de la región.

26 feb 2011

El periodista es un técnico en la raja del culo

Fuente | Telecinco

El periodista es un técnico en hechos

Fuente | El País

"Podríamos decir que el Wikiperiodismo es al periodismo lo que la Wikipedia a las enciclopedias clásicas", dijo Juan Luis Cebrián en la apertura del Master de Periodismo de El País. Arcadi Espada, desde enfrente, tardó poco en enmendarle la plana:

"No, y este es el principal problema de ese supuesto periodismo. El funcionamiento clásico, e ideal, de la wikipedia es el de especialistas escribiendo sobre las materias que dominan. En el periodismo wikingo el especialista ha desaparecido. Siempre y cuando se entienda algo fundamental. No hay periodistas especialistas en ciencia, política, economía, etcétera. O en cualquier caso se trata de una especialización secundaria. La especialización del periodista sólo consiste en su capacidad de construir relatos globales sobre cualquier materia. De traducir al común las especialidades de los gremios. Y luego de relacionarlas, seleccionarlas y jerarquizarlas. El ciudadano se cree que por presenciar casualmente un hecho ya es un periodista. No. Cualquier hecho requiere un técnico. El periodista es un técnico en hechos. Alguien que sabe hacer las preguntas, alguien que sabe escribir las respuestas".

¿La foto más hermosa de Facebook?

Fuente | Facebook

Que el mundo se ha vuelto (insoportablemente) loco lo demuestran historias como esta, leída en La Razón:

"Seis hijos, un solo sueldo y 50 pañales al día. El matrimonio McGhee colgó en su muro de Facebook la emotiva imagen con sus seis hijos (Olivia, Madison, Rozonno Jr, Josiah, Elijah y Isaac) sin ser conscientes de que este simple gesto les iba a servir para superar los apuros económicos que soportan para llegar a fin de mes y dar de comer a sus sextillizos. 

Tanto él como ella proceden de familias humildes y problemáticas. Mia jamás conoció a su padre y algunos de sus hermanos fueron visitantes habituales de la cárcel. Rozonno, el marido, tuvo una madre drogodependiente. Se casaron a los 18 años convencidos de que la ilusión de su vida era formar una familia.

Los hijos, sin embargo, no llegaban, y la pareja se sometió a un tratamiento de fertilidad. Por fin, Mia se quedó embarazada de gemelos, pero los niños murieron. Ella no se rindió y, lejos de tirar la toalla, se volvió a quedar en estado. Esta vez la suerte iba a cambiar. Ni uno ni dos ni tres: el matrimonio se encontró de pronto con seis hijos, que nacieron todos sanos, y sólo un sueldo en casa. ¿Qué hacer?

Con la mayor de las inocencias, los McGhee, que viven en los alrededores de la ciudad estadounidense de Chicago, colgaron en su perfil de Facebook esta conmovedora fotografía que ha sacudido los corazones de muchos, y que de momento se ha traducido en numerosas donaciones de dinero. La última de ellas, la de la presentadora de televisión Oprah Winfrey, que ha entregado a la pareja 250.000 dólares, o la de la cantante canadiense Celine Dion".

Ternura y caridad públicas y publicitadas -comunicación mediante- mientras medio mundo se muere de hambre... sin saber que existe una gilipollez llamada Facebook a la que los expertos denominan red social.

España, a 110 (a izquierda y derecha)

Público y ABC | 26 de enero de 2011
Fuente | kiosko.net

En marcha

Fuente | Wikipedia

Juan José Millás daba ayer en El País una nueva muestra de su agudeza sociológica. Y me gusta imaginar que nadie podrá abstraerse de lo leído en esta magistral columna:

"¿No ha tenido usted nunca la sensación de haber sido expulsado de su vida como cuando nos apeamos accidentalmente del autobús en la parada que no es? El autobús o la vida siguen su marcha, alejándose de nosotros, que los perdemos de vista cuando doblan la esquina. Continúan existiendo, pero en una dimensión lejana, en la que atraviesan calles o plazas que quedan fuera ya de nuestro alcance. ¿Y nosotros? ¿Qué hacer cuando uno se queda fuera de su propia vida? Hay quien se atiborra de ansiolíticos o somníferos. Hay quien se entrega al alcohol. Hay quien se dedica a hacer dinero... Todo ello para acostarse zombi, levantarse zombi y pasar el día zombi. De ese modo, no echas tanto de menos la vida de la que has sido expulsado (o de la que te has caído, o que has abandonado en un movimiento entre voluntario y no). Muchos, en un intento de recuperar esa vida, leen los libros o revisan el cine o retoman los hábitos que recuerdan ligados a ella. Pero lo cierto es que, fuera de la propia existencia, todos esos placeres carecen de emoción. Se le caen a uno de la mano las mejores novelas, abandona a medias las películas en otro tiempo más estimulantes, le resultan opacos los paisajes que le hicieron llorar. Los hay que se resignan, aceptando lo ocurrido como una suerte de jubilación anticipada y forzosa, una especie de pequeña muerte a la que tarde o temprano, a base de sofá y telebasura, piensan, se acostumbrarán. Pero la mayoría, me gusta imaginar, espera tenazmente el regreso de esa vida, desde donde quiera que esté, para subirse de nuevo a ella, y vivirla, en esta oportunidad, con mayor frenesí que antes. La mitad de la gente que vemos bajo las marquesinas callejeras -yo entre ellos- fingiendo esperar al autobús, esperan en realidad que vuelva a pasar su vida por delante para retomarla de nuevo, aunque sea en marcha".

24 feb 2011

Un deseado 'tranvía'

Fuente | rtve.es

Todavía puede verse en el Teatro Español de Madrid -tranquilo, tienes hasta el 10 de abril- uno de los acontecimientos teatrales de la temporada: 'Un tranvía llamado deseo'; un título que se basta y se sobra para generar expectación, pues su argumento está instalado desde hace décadas en el imaginario (cinematográfico) colectivo. Pero esta nueva versión llega cargada de alicientes, que pasa a valorar Javier Vallejo (El País):

"Para la mayoría, 'Un tranvía llamado deseo' es esa película de Kazan donde el brutal Stanley Kowalski interpretado por un Marlon Brando desbordante se fajaba en lucha desigual con la temperamentalmente frágil Blanche DuBois de Vivien Leigh. Kowalski y DuBois personifican el enfrentamiento entre el estadounidense nuevo, hijo de emigrantes, brutalmente hecho a sí mismo y los últimos vestigios de una aristocracia terrateniente sureña en vías de extinción. Con Blanche, desaparecen del mapa norteamericano el viejo orden, el deseo disfrazado de cortesía, el gusto por la cultura europeizante y un lenguaje trufado de circunloquios insufribles y de citas superfluas.

Es significativo que Kazan conservara en el filme el reparto entero de la producción original de Broadway (dirigida por él mismo), salvo a la actriz protagonista: Laurence Olivier le convenció para que fuera a ver a Leigh, su esposa, en el montaje londinense, y de allí se la trajo. Interpretada por una británica rodeada de norteamericanos, la Blanche marcescente pero atractiva de Leigh simboliza la decadencia de la vieja Europa recién autodestruida durante la II Guerra Mundial.

En la versión actual demoledora, desprovista de sentimentalismo, que Frank Castorf, director de la Volksbühne berlinesa, hizo nueve años atrás, Kowalski era un ex sindicalista de Solidaridad, nostálgico de sus luchas junto a Lech Walesa, y Blanche, una exuberante Marilyn Monroe crepuscular, capaz de fajarse con su antagonista de tú a tú. Al final del combate, cuando parecía que nada más podía pasar, la boca del escenario se elevaba por sorpresa, los restos de una vajilla hecha añicos rodaban estrepitosamente pendiente abajo, y ambos protagonistas, más la bellísima Stella, Mitch y una Eunice mulata, remontaban la pendiente hasta quedar los cinco al borde del abismo, 12 metros sobre las cabezas del público.

El montaje que acaba de estrenar Mario Gas en el Teatro Español es fiel a la época, el espíritu y el ambiente de la obra original e incluso a la imagen que de ella transmite la película, aunque devuelve a Blance DuBois al centro del drama, de donde la desplaza en el cine la interpretación torrencial de Brando: lo fundamental aquí es su intento desesperado de agarrarse al estribo del tranvía de la vida, y su cuesta abajo cuando se cierran las manos que le tendían su hermana Stella, vencida por el poderoso vínculo animal que le une a Kowalski, y Mitch, novio incipiente en cuya medrosa voluntad el veneno de la difamación produce rápido un efecto letal.

Apoyado en una eficaz escenografía de Juan Sanz y Miguel Ángel Coso, Mario Gas planea el canto del cisne de Blanche con un hiperrealismo menos minucioso y trabajado que el de sus memorables puestas en escena de 'Franky y Johnny' en el claro de luna y de 'La reina de belleza' de Lenanne. Vicky Peña, actriz tantas veces celebrada, da, por edad, una Blanche muy diferente de las varias que tenemos en la memoria, incluidas las recientes de Cate Blanchett y Rachel Weisz. Esta Blanche, instalada ya en la madurez, parece estar mandando sus naves al combate a la desesperada, con un nivel inicial de afectada coquetería que anticipa el fatal desenlace. Cuando se encandila con el joven vendedor de suscripciones parece reprimirse no tanto por miedo a ir demasiado lejos como por ser consciente de lo difícil que le sería.

Lo mejor de la primera parte es la escena íntima entre Mitch (un convincente Àlex Casanovas) y la protagonista, que abandona su impostura asumida: aquí Peña puede por fin explotar su veta dramática más sincera. El clímax de la segunda parte llega con el cara a cara definitivo entre Blanche, ahora gata sin tejado, y un Kowalski portuario interpretado con naturalidad de chico de barrio por Roberto Álamo, bajo una luz racheada veermeriana obra de Juan Gómez Cornejo. La difícil escena final mantiene la tensión cenital precedente. Ariadna Gil es una Stella con encanto, falta de punta dramática.

Quizás a un proyecto comercial hecho con sentido artístico, como éste, no quepa pedirle una lectura del texto más personal, pero sí una definición de producción y dramática más afinadas. El público de una función de a diario lo aplaudió todo y ovacionó a Vicky Peña".

Fuente | YouTube Juanjo Seoane / EFE

Una imagen vale más (que una semana de la moda en Nueva York)

Altrice reinterpreta a Caribou


Fuente | Soundcloud

Rockdelux informa: "Mike Sadatmousavi, conocido como Altrice, ha remezclado el 'Swim' de Caribou, uno de los trabajos destacados del 2010. La reinterpretación de canciones como 'Odessa', 'Sun' y 'Jamelia' aparecen en el álbum 'Stem', editado por Merge en Estados Unidos y City Slang en Europa. Altrice ganó un concurso de remezclas propuesto por Dan Snaith y, posteriormente, surgió la idea de rehacer el disco al completo".

Portada de Stem de Altrice
Fuente | City Slang

El mundo al revés en Buenafuente

Wild Wild West

Fuente | Denver Post

Opinión pública y opinión publicada

Fuente | ¿Es posible?

El crítico extremeño José Luis García Martín abre sus 'ventanas de papel' de ABC Cultural a dos de los libros fundamentales de la 'rentrée' de 2011: los de Gimferrer y Marsé. Con su mala baba habitual, y arrogándose -de manera pretenciosa- la voz colectiva de los lectores, desprecia la altura literaria que jamás podrá alcanzar él como creador. Conviene tenerlo en cuenta, en todo caso:

"Dijo una vez un político que no hay que confundir opinión pública con opinión publicada. Así es, al menos en literatura. Cada vez resulta más frecuente el aplauso unánime de la crítica y el unánime desdén de los lectores (no de los compradores). Dos ejemplos recientes: Rapsodia, de Gimferrer, y Caligrafía de los sueños, de Marsé. 'Escrito en seis días' se anuncia uno, con circense fanfarria; 'La primera novela después del Cervantes', el otro. Tras ripiosos tumbos entre modernismo y postismo, vuelve Gimferrer a reescribir sus versos de hace cuarenta años: lo que entonces deslumbraba, por contraste con la grisura realista, ahora parece envejecida quincallería, aunque no deje de sorprender alguna imagen, pronto difuminada en el automatismo del conjunto. Caligrafía de los sueños suena tan a Marsé que ni siquiera necesitaría haberla escrito Marsé. Se equivoca quien piense que son malos libros. Son solo prescindibles, cansinas vueltas de tuerca. Tan consabidos que quien conoce su obra anterior podría, no ya reseñarlos, sino dar conferencias sobre ellos sin haberlos leído. El poema 'más que a significar aspira a ser' afirman Gimferrer y tantos teóricos de la literatura. Pero nada más fácil que un poema que 'es' y 'nada significa': cualquiera escrito en una lengua que ignoramos. Deleitarse con la musicalidad de sus significantes supondría así la culminación del placer estético.

Barcelona, años cuarenta, un tranvía lleno, un viajero que se dirige a un orondo sacerdote afirmando que nunca será 'siervo de una Iglesia que pasea al centinela de Occidente bajo palio'. En una serie de televisión, cambiaríamos de canal. En una fantasía autobiográfica de Marsé, por cortesía seguimos leyendo. Con cierto nombre, y la adecuada promoción, se puede vender cualquier cosa sin que falten reseñistas que disfracen de crítica literaria los ditirambos publicitarios. Pero no hay que alarmarse: la opinión pública no siempre coincide con la publicada".

Marsé, el calígrafo

Fuente | El País

Marsé, al cabo uno de los premios Cervantes más justos de la literatura en español, publica nueva novela tras el (eternamente prorrogado) reconocimiento: Caligrafía de los sueños se titula una obra que es, a la vez, la misma canción 'marseana' de siempre y un soplo de aire fresco para la narrativa nacional. Como suena: se puede echar mano de la nostalgia con la vista puesta en el futuro, aunque eso solo esté al alcance de los maestros. Los descreídos, sigan la guía publicada por el crítico José-Carlos Mainer en Babelia:

"Se llama Mingo, que es un ridículo hipocorístico de Domingo, pero quiere que le llamen Ringo, como el personaje de John Wayne en 'La diligencia', de John Ford. Lo recordará algún lector de esta novela como uno de los adolescentes de Si te dicen que caí, el que tiene un padre más declaradamente 'rojo'. Aquí ha cumplido quince años, es hijo adoptado y acaba de perder un dedo en el taller de joyería donde trabaja. Y quiere ser pianista. Nada es lo que parece, o lo que la gente quisiera que fuera, en 1948... En la primera escena de Caligrafía de los sueños, una mujer desesperada se tiende sobre las vías del tranvía pero no son más que dos trozos de raíl que sobrevivieron a la retirada del servicio. Y la calle donde sucede todo tiene el nombre evocador de Torrente de las Flores aunque parece que recibió su designación por los dos apellidos de un antiguo propietario, el señor Torrente Flores. También Victoria Mir, la suicida, se hace llamar 'quinesióloga y quiromasajista' pero ejerce de curandera en su propia casa y hace sus ungüentos con las hierbas que recoge en la Montaña Pelada. Fue la mujer del alcalde de barrio falangista, que se suicidó; su amante, Benito Alonso, fue futbolista y ahora y siempre será un don nadie fantasioso y con pocos escrúpulos, como lo son casi todos: como el capitán Blay y el señor Sucre a quienes ya conocimos en El embrujo de Shanghai.

Nada es lo que parece pero todavía es peor en 'el culo del mundo' -se repite varias veces- que era la Barcelona de entonces (Ringo y sus amigos no olvidarán nunca que el 'malo' de la película 'El signo del Zorro' -era Basil Rathbone; el 'bueno' era Tyrone Power y la chica, Linda Darnell; el director, Rouben Mamoulian- había sido profesor de esgrima en Barcelona: jamás pudieron imaginar que el nombre de su ciudad se oyera en un filme de Hollywood). Pero Ringo intuye pronto la inestabilidad fantasmal de lo que le rodea: 'Como suele sucederle en los sueños, percibe en todo lo que está pasando aquí una mezcla de veracidad y absurdo', leemos al comienzo de la novela. Es su frase clave, si añadimos también a los ingredientes una tragedia impotente y un choteo resignado. Juan Marsé ha averiguado que la fidelidad a la memoria supone confiar en un material muy frágil que el tiempo y el egoísmo modifican inexorablemente. Novela a novela, el escritor ha descubierto que la memoria es cada vez menos exacta (al menos, desde la vuelta de tuerca que supuso Un día volveré). Pero también sabe que quien la cuenta es el que manda. Y los requisitos son dos, que conoce muy bien: hay que tener fuerza para evocar ('¿te sitúas?', repite aquí el contador de 'aventis', como si esto fuera una consigna literaria y quizá un recuerdo de aquella 'compositio loci' que recomiendan los 'Ejercicios Espirituales' ignacianos) y el recuerdo debe acompañarse de un cierto rencor justiciero (Ringo 'contempla la ciudad que se extiende hasta el mar bajo una levísima neblina y rechina los dientes': en el rechinar de dientes está lo que señalo).

Posiblemente, en la mutilación del muchacho, el testigo principal, haya algo de simbólico en orden a lo que se viene diciendo; perder el dedo fue una renuncia a su sueño y quizá un autocastigo, pero sabemos que mediante ellos se ganó la toma de posesión de su verdadero destino: tener derecho a narrar. Para alcanzarlo, ha debido soportar la identidad borrosa de un niño adoptado e incluso ser el culpable de pequeñas crueldades imborrables -la muerte de un gorrioncillo, no haber llegado a entregar una carta que se tragó la cloaca, tratar mal a Violeta y aprovecharse sexualmente de su pasividad- que generaron la mala conciencia y el apartamiento un poco soberbio que siempre habrá de tener un narrador conspicuo. En el capítulo homónimo del libro, 'Caligrafía de los sueños', se escenifica la toma de posesión de esa dignidad de testigo: Ringo coge una hoja limpia de la libreta y un lápiz afilado, y sabe que ya no le interesará la sopa de músicas peliculeras en la que vive sino 'la melodía de las palabras que ahora vuelven', aquel 'mutilado conjunto de notas que la memoria auditiva había guardado y ahora convertía en palabras [...]. Y corrige y concluye el que será, aunque todavía no lo sepa, párrafo seminal'. En toda novela de Marsé hay uno de esos párrafos: madeja que se devana, centro que irradia calor e incendia el resto de los párrafos.

La potestad de narrar hay que merecerla... Juan Marsé lleva más de medio siglo haciéndolo y, por supuesto, Ringo tiene mucho de él. No es una novela autobiográfica. Pero quien sea habitual de los relatos del escritor diría que se trata de nueva destilación de la autobiografía en forma de novela: en El amante bilingüe ya jugó con la doble identidad del personaje central -Faneca y Marés- con ánimo de crear un fantasma suyo en el relato y así burlarse de todos los participantes en la habitual rebatiña de las identidades lingüísticas excluyentes. Aquí, en torno al inicio de una vocación (y de un oficio y de un destino), ha reelaborado o inventado con ternura y sarcasmo las huellas de su propio pasado, lo que incluye el relato de su propio nacimiento y el recuerdo de unos padres adoptivos, que seguramente no tuvieron mucho que ver con los reales: la espléndida Berta de esta novela, siempre confiada en la suerte, y Pep, el Matarratas, anticlerical y republicano, a ratos contrabandista y otros secuaz de un grupo de ayuda a prófugos rojos, que además trabaja en un centro clandestino de torrefacción de café (cuyo olor también impregnaba el cuerpo de Juanita, en Si te dicen que caí, y el de Rosita, en Ronda del Guinardó).

Después de una novela como Canciones de amor en Lolita's Club, que tenía algo de violento reportaje, de respuesta visceral a lo que ahora mismo está pasando, Juan Marsé nos ha vuelto a contar muchas de las razones por las que persiste su fidelidad a un barrio, a unos tipos humanos y a una manera de narrar: en escenas demoradas cuando se siente a gusto en ellas, calibrando cada adjetivo, sumando bulímicamente cada detalle o cada imagen, hasta lograr la intensidad que se busca. Esta vez el relato tiene un tono más reposado y menos tenso, con algo de piedad bienhumorada y con un manifiesto deseo de final feliz. O casi, ya que, a la postre, lo que parecía una deriva de episodios a medias entre la fantasía y la verdad acaba por revelar su entraña de sordidez. Ringo-Marsé la ha descubierto y tiene de qué seguir escribiendo: por ejemplo, haciéndolo de 'los buenos propósitos y su flagrante inanidad'... Lo cual quiere decir que escribirá de la vida misma".

Gimferrer, el rapsoda

Portada del libro
Fuente | Seix Barral

Ha regresado a las librerías el gran poeta (vivo) de la literatura catalana: Pere Gimferrer. Rapsodia es el título de un subyugante poema-libro compuesto en seis días que Ángel L. Prieto de Paula valoraba así en Babelia:

"El sólido prestigio de Pere Gimferrer (Barcelona, 1945) no le ha impedido embarcarse en arriesgados proyectos en los que juega al todo o nada, como si tuviese que trepar a un trono olímpico que ocupa sin disputa desde hace casi medio siglo. El autor que en 1966 había anegado el imperio del realismo con un río de imágenes surreales (Arde el mar), y que dos años después emitía un largo lamento semivelado por los brillos cinematográficos (La muerte en Beverly Hills), dio un primer quiebro cuando mostró al aire las raíces de un yo que, hasta entonces, aparecía y desaparecía en sus irisaciones culturalistas. Lo hizo en catalán (Els miralls, 1970), la lengua de su poesía durante varias décadas. Luego siguieron títulos como L'espai desert (1977) o Com un epíleg (1981), que amagaba con ser la cala del silencio definitivo. Pero el poeta volvió a sorprender con Mascarada (1996), donde a sus motivos anteriores se sumaba una poderosa carga de protesta civil. No sería su última inflexión. Amor en vilo (2006), otra vez en castellano, daba curso a un autobiografismo erótico y desmedido, que aturdió a muchos lectores tanto más cuanto que el autor había trabajado desde sus comienzos con correlatos objetivos y otros resortes para rebajar el confesionalismo. En este punto, y tras Tornado (2008), se entiende la expectación ante Rapsodia, el nuevo y excelente libro de Gimferrer.

Es este un poema-libro articulado en diecisiete secuencias, unitario por el fervor de la dicción y por la irradiación sucesiva de sus imágenes irracionales. Sus tiradas de endecasílabos blancos sortean la monotonía o el sonsonete mediante ocasionales alteraciones acentuales o versos de otra medida; solo difiere la primera serie, escrita casi en su totalidad en alejandrinos: 'Se ha desencuadernado por la mitad mi vida, / como el pienso del alba se desploma en los sauces'... Lo más llamativo es quizá su rescate del Gimferrer inicial, visible en su resplandor arrebatado, su mundo de asociaciones libres, el poema como palimpsesto donde se inscriben versos y motivos ajenos (de Dante a Cernuda, de Garcilaso a Eliot) y la lectura de la vida a través de los filtros del cine, la literatura, la pintura o la naturaleza sometida al arte. Destaca la traducción de las imágenes a palabras (écfrasis), una subversión aún activa de las vanguardias, en cuanto que rompe el orden discursivo como representación del logos; y también, a la inversa, la plasmación visual de las ideas. Aquí están, por lo demás, su universo amoroso, una cierta entonación hímnica teñida de elegía en algunas remisiones al pasado, y la concepción de la poesía en tanto que realidad autónoma que se dice a sí misma y que se aparta de la utilización de las palabras como meros instrumentos para comunicar.

De modo que Rapsodia supone para el lector una especie de reconocimiento platónico de Gimferrer: algo que debe subrayarse, pues en los últimos tiempos el autor nos había habituado a la sorpresa (si vale la paradoja). El libro relee creativamente la tradición gimferreriana más temprana: de Mensaje del Tetrarca (1963) tiene el encendimiento y el empaque cosmológico, aunque no su enfatismo; de Arde el mar (1966), el despliegue de su mapa cultural; de La muerte en Beverly Hills (1968), la nervadura visionaria y su bagaje de metáforas contemporáneas.

Como si quisiera evitarnos lecturas descarriadas, el libro proporciona algunas orientaciones 'ad usum Delphini': la definición de 'rapsodia' del diccionario Oxford (entusiasta y extravagante declamación o composición de tono elevado...), una relación de juicios críticos y una 'Nota' donde el autor explica que su redacción le ha llevado seis días, aunque la corrección le ocupara varios meses. Todo ello es adventicio o irrelevante. Se esforzará en vano o simplemente errará el tiro quien pretenda descubrir un argumentario referencial. Por el contrario, Rapsodia es una construcción sostenida por vislumbres suprarreales: 'La luz de una campana de titanio / envuelve los viñedos, y en las parras / una sirena de cristal de roca / desde el rosal del aire desgajado / separa nuestros ojos'... La intensidad lírica solo desciende cuando los versos ceden al didactismo metapoético, como en la serie XIV, que defiende la autosuficiencia del poema y un lenguaje cuya validez no está supeditada a los significados externos (y aquí resurge el propósito creacionista de Prometeo o de Luzbel, creo que esta vez sí periclitado): 'por versos anteriores al sentido / o por encima del sentido, versos / que significan lo que el verso es, / no lo que puede significar'...

Las fulguraciones de Rapsodia recorren el camino de retorno a la juventud del autor. Soberbiamente dotado para decir la vida en clave artística, Gimferrer ha compuesto un poema recapitulativo cuya maestría y belleza se perciben globalmente, pues todo en él está concertado para la música del conjunto: sin alardes, adornos o excrecencias que pudieran desviar hacia lo accesorio la atención lectora".